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 Las turbulencias financieras continuarán agregando tensiones a la situación económica

La corrida cambiaria que estamos presenciando no es una “desviación” del rumbo económico sino una confirmación de que nuestro país volvió a exponerse a la volatilidad propia de todo proceso de acumulación centrado en la valorización financiera.

A mediados del año pasado, el politólogo Andrés Tzeiman publicó un trabajo titulado “Radiografía política del macrismo”, en el que defiende la tesis de que el macrismo, en cuanto a su ultimidad o núcleo estratégico, “se inscribe en un linaje histórico que retorna al proyecto de 1976”, diferenciando la esfera política —en la que ciertamente se encuentra la novedad del macrismo—, de su proyecto de Nación, que en cambio encuentra una genealogía histórica muy certera.

Con ese punto de partida recupera las medidas económicas reivindicadas por José Alfredo Martínez de Hoz en sus “Bases para una Argentina Moderna 1976-1980”: “1) Libertad de precios, eliminando todo sistema de control de los mismos; 2) Libertad del mercado cambiario, eliminándose el régimen de control de cambios; 3) Libertad del comercio exterior; 4) Libertad de las exportaciones, a través del levantamiento de prohibiciones y cuotas existentes y la eliminación de derechos o impuestos a la exportación; 5) Libertad de importación; 6) Eliminación de las tarifas políticas a los servicios públicos; y 7) Libertad para la inversión extranjera”.

La extensión de la cita se justifica por la precisa similitud de programas económicos, que muchos –entre ellos quien escribe— solo conocemos por los libros de historia. Parecen calcadas las medidas de las que tomó el gobierno de Mauricio Macri. Por esa razón, no es vano recordar que la gestión económica de la Dictadura –la miseria planificada, hecha posible merced al terrorismo de Estado— estuvo marcada por un proceso de vulnerabilidad financiera que condujo en muy pocos años a la crisis de 1980 y ’81, cuando los cambios en los flujos internacionales de capital se combinaron con el desarme de las herramientas de protección del sistema financiero nacional.

La sombra de la tablita de Martínez de Hoz puede verse por detrás de las metas de inflación de Sturzenegger, del mismo modo en que el juego entre el tipo de cambio y la tasa de interés se ve sacudido periódicamente por corridas cambiarias que recuerdan las de aquel entonces, seguidas en ambos casos por su consecuencia directa en los bolsillos de las mayorías populares: la inflación como mecanismo indirecto de disminución del salario real.

En aquellos años, la crisis financiera sucedió cuando fue evidente que las autoridades del sistema financiero eran incapaces de controlar el tipo de cambio. Asusta pensar que estos días estamos viendo cómo el Banco Central no pudo frenar la corrida, ni siquiera contando con más de 60.000 millones de dólares de reservas, subiendo drásticamente la tasa de interés y permitiendo la devaluación del peso.

Asusta porque es evidente quiénes son los primeros que van a sacar esa misma conclusión: los capitales que llegaron al país para usufructuar la bicicleta financiera y que, tan rápido como llegaron, se pueden ir; los grupos económicos locales, que aprovecharon estos dos años para volver a su dinámica de fuga masiva de capitales; los grandes jugadores del agronegocio, que con las ventajas tecnológicas amplificaron su histórica capacidad de veto ante cualquier crisis de divisas. Al haber tomado conciencia de que son ellos quienes controlan la economía local, retornamos a un país en el que la soberanía popular y la democracia vuelven a ser rehenes de sus intereses.

Esa fue precisamente la “pesada herencia” que la Dictadura le dejó a la joven democracia de los ’80, que luego hizo posible el golpe de mercado de 1989 y más adelante la mega devaluación de 2001. El anarco-capitalismo financiero y la democracia son opuestos por el vértice.

 

Se debilitan las opciones opoficialistas

Independientemente de la duración y las consecuencias de esta corrida cambiaria, es evidente que no será la última. No solamente por las condiciones económicas locales, sino por la tendencia internacional hiper anunciada, en la que solo falta ir poniéndole la fecha a la subida de las tasas en los Estados Unidos. Sin embargo, a nivel de la dirigencia política y gremial opoficialista, se perciben movimientos que expresan la falta de una estrategia que dé cuenta de ese contexto.

El sector del justicialismo liderado por Miguel Ángel Pichetto sostiene decididamente su apuesta por hacer buena letra para recuperar la confianza de los grupos económicos, empezando por el primer ítem imprescindible: rechazar cualquier tipo de unidad electoral que incluya al kirchnerismo, revalidado desde las elecciones del año pasado como el sector más representativo de la oposición.

Sin embargo los debates públicos y hasta la posibilidad de una inminente ruptura del bloque de senadores de Pichetto en el Senado, muestran el flanco débil de esta política. Cuando las dirigencias provinciales del peronismo hacen cuentas para retener las gobernaciones, les pasa lo mismo que a los intendentes de la provincia de Buenos Aires el año pasado: saben que si dividen sus listas del kirchnerismo se arriesgan a perder las elecciones.

A nivel gremial la situación llegó a un nivel paradójico. Mientras en la CGT gordos e independientes buscan imponer un nuevo secretario general dialoguista, el gobierno aprovechó el 1° de Mayo para enviar al Congreso de la Nación la reforma laboral, obligando a esos mismos gremios, que aceptaron la pauta salarial del 15%, a salir a cuestionarla. Es posible que, mal que les pese, dentro de unos meses deban exigir una reapertura de la paritaria.

La estrategia de estos sectores requiere la estabilización y el éxito del programa neoliberal del gobierno, para enterrar el ciclo político anterior. Sin embargo, estas semanas de turbulencias financieras disipan el humo de la “tendencia a la baja de la inflación” y continuarán agregando tensiones a la situación económica, manteniendo la polarización política. La realidad ordena, y hacia 2019 empuja a la oposición hacia una propuesta plural y unitaria, pero de carácter claramente antineoliberal.